Junio. Llegué del instituto al portal empapada de agua. 39ºCentigrados marcaban los termómetros. Un chico extraño en el ascensor:
- Hola.
- Hola, soy el vecino nuevo. Me llamo Miguel.
- Aaah yo soy Leticia ¿Qué tal?
Él era nuevo en el barrio. Al día siguiente fuimos juntos al instituto, le acompañé a su clase 2ºde bachiller de sociales (el que quería hacer yo). Al mediodía volvimos juntos a casa. Lo repetiamos cada día. Miguel me timbraba, yo bajaba y luego volviamos juntos y estabamos un rato hablando en las escaleras del portal hasta que nos entraba el hambre. A la semana de conocerlo coincidimos en el ascensor para bajar la basura. Nos quedamos atrapados. Me peino el flequillo para detrás y me colocó el pelo detrás de la oreja. Me acarició la cara con sus manos frías. Me miró a los ojos. Yo le quite la mirada, no me gustaba o eso creía. Suspiró. Suspiré. El mágico momento acabó cuando su abuela pulsó el botón del ascensor. Salió furioso o más bien triste, ni si quiera saludo a su abuela. Por las escaleras mientras bajabamos al cuarto de la basura solo se oían ruidos de nuestras zapatillas y su respiración. El silencio me estaba matando...
- Lo siento, Miguel... Lo siento ¿Vale?
- No pasa nada, Lety. Subo deprisa que mi abuela está esperando.
Me pasé una semana sin saber nada de su vida y la verdad es que pensaba mucho en él, hasta soñaba con Miguel. No quería perderlo. Fue el jueves cuando timbró mi puerta:
- Lety te vienes a dar una vuelta. Tengo que contarte cosas y hablar, si te apetece.
- Imposible, tengo examen de historia.
- (Entra al hall) Te ayudaré.
Sí, digamos que me ayudo. Me lo pasé muy bien esa tarde. Empezamos de nuevo. Pareciamos dos niños pequeños. Jugamos al escondite. Hacia años que no jugaba. Bailamos como dos profesionales aunque nos caimos alguna que otra vez... Le invité al día siguiente para ver un película, ya que no iba a ver nadie en casa.
Viernes. Todo estaba saliendo perfecto. Un poco de Black XS por aquí, otro poco por allá. Palomitas listas. Las cuatro menos tres minutos. Él llegó enseguida. Nos sentamos en el sofá. Poco a poco se fue acercando. Yo separandome. Me hizo cosquillas. Acabamos en el suelo. Se acerco con sus labios. Separé la cara.
- ¿Me tienes miedo?
El atrevimiento se apoderó de mi. Y le besé. Le besé como nunca había besado antes. Se sorprendió. Y nos dieron las ocho. Fuimos a dar una vuelta. Me agarró de la mano y no me la soltó hasta en el último beso. Al llegar a casa miré mi escritorio había en un pos-it escrito ¿quieres salir conmigo? Me conecté enseguida y le contesté. Me dijo que me asomará a la ventana (él vivía en el tercero, un piso por debajo) y me dijo te quiero.
Llegó el sábado. Me encanto el sábado. Durmió conmigo a mi lado, junto a mí. Subío por la ventana no sé como, a la una de la madrugada y dormimos felices. La mejor noche de mi vida, sin duda. No hicimos nada. Solo me quedé dormida en su hombro. Era feliz. Al levantarme solo quedaba un rastro de su olor. Me miré la mano tenía escrito con permanente lo que tantas veces me había dicho.
Era domingo. Mi madre y mi hermana estarían en la iglesia. Así que puse la radio. Sonaba Antología la cantaba, alegre, enamorada. Recibí su último sms "te quiero aún más cuando me cantas" Obviamente tenía la ventana abierta. Paso lentamente el domingo, sin verle.
Llegó el lunes y martes y tampoco sabía nada de él. La desesperación me estaba matando. Desapareció. Mi amor desapareció.
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