Míralos. Corriendo de un lado a otro. Siempre con prisas. Siempre llegando tarde. Siempre compitiendo. Pero a veces las cosas se ralentizan lo suficiente y eso hace que todas las piezas encajen. El destino destila su magia y sientes que has conectado. Muy de cuando en cuando, en medio de tanto azar, ocurre algo inesperado que nos empuja hacia delante. Y la verdad, ahora empiezo a creer, ahora empiezo a sentir, que tal vez la prisa de los humanos no se deba a una carrera.
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