Entre-diamantes.
Cruzaba la calle de camino a casa. Sabía que eso era el final de algo, algo precioso y único, algo inolvidable, pero algo que había alcanzado su fin. Caminaba sola, con un montón de lágrimas acechando con ganas de salir corriendo. Giró la cabeza mirando hacia atrás. No había nadie. Y, por primera vez, sintió que verdaderamente estaba sola.
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