Como cada día que no estás en la ciudad, miro el teléfono determinadas veces, espero el ruido del timbre e incluso miro por la ventana con la esperanza de que aparezcas de un momento a otro.
En cambio, los días que estás en la ciudad, no me hace falta mirar el teléfono porque la persona que me interesa que dé señales de vida me está dando la vida a mi, no espero el ruido del timbre ya que no desearía que nada ni nadie interrumpiese ningun momento a tu lado y tampoco necesito mirar por la ventana porque lo que espero está dentro, a mi lado.
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