"¡Así que eso era un beso!" - se extrañó. "Esa quemadura suave que te da ganas de abalanzarte sobre el otro, de aspirarlo, de lamerlo, de tumbarlo, de fundirte en él, de desaparecer... De disolverse en un lago profundo, de dejar flotar su boca, sus labios, su pelo, su nuca... Perder la memoria. Convertirse en bola de caramelo, dejarse probar con la punta de la lengua. Y probar al otro inventando la sal y las especias, el ámbar y el comino, el cuero y el sándalo. Así que era eso..."
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