Esa noche Merián se asomó al balcón a ver las estrellas, ya que no podía dormir por el ruido de los trenes. No se olvidaba que su casa estaba a lado de una gran vía de tren. Pero esa noche solo había nubes. Nubes azules, oscuras... Asi que Merián decidió mirar hacia abajo, a la calle. Oyó unos tacones y enseguida sus ojos encontraron a la dueña de esos zapatos que sonaban. Era una chica de unos treinta años de edad. Caminaba deprisa y estaba fumando un cigarrillo. Merián pensaba si esa chica sería feliz, mientras que los rojos zapatos se acercaban al peligro. Unos segundos más tarde, un fuerte mounstro con ruedas se la llevo por delante. A Merián le cambiaron los ojos de color, grito, lloró, despertó a todo el vecindario, gritó aún más. Se sentía impotente, no podía hacer nada y ¿Si hubiera sido alguien conocido? y volvió a llorar. Ella fue la última en escuchar sus últimos pasos sobre este mundo, en oler el último cigarro que fumaría en esta vida y en ver los últimos zapatos que calzaría.
Muy bueno, pero algo triste, no me gustaría ser alguien que vea morir a una persona! Buena imaginación tienes!
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